LOS PENSAMIENTOS Y COMPORTAMIENTOS DE LOS PADRES SERÁN PERCIBIDOS, OBSERVADOS, APRENDIDOS Y PROYECTADOS POR LOS HIJOS EN SU VIDA DIARIA.
Cada día los niños imitan acciones
observadas en su ambiente familiar, reproducen expresiones, perciben las emociones
de sus padres y proyectan comportamientos ocurridos en su entorno. Una palabra
escuchada con frecuencia en sus padres podría ser por ellos utilizada cotidianamente,
una actitud observada periódicamente en sus principales figuras de autoridad podría
ser imitada varias veces y por ende aprendida, cada emoción percibida será
proyectada en su día a día.
Existe un invisible conducto de
influencia en la relación padres e hijos a través del cual los primeros envían
información a la vida de los segundos, transmiten a sus hijos emociones,
sentimientos, temores y visión frente a la vida. La información que se desplaza a través de este conducto es impulsada por el pensamiento de los padres y finalmente
implantada a través de sus palabras y actitudes; es importante considerar la tendencia del niño a imitar las reacciones, hábitos y conductas
que observa en su entorno.
Preguntas como: -¿Por qué se
comporta así mi hijo?, ¿por qué sus reacciones?, ¿por qué su forma de solucionar
problemas?, podrían tener su respuesta en el pensamiento cotidiano de los
padres acerca de sus hijos, en sus reacciones, en su lenguaje verbal y no
verbal, en el mensaje que hacen circular por ese importante conducto que aquí
he llamado “conducto de influencia”. Se influye en la vida de los hijos a
través del poder del pensamiento, de la palabra, las reacciones y los comportamientos. La
información que transita por este conducto podría impactar el sentido de logro y
competencia de los niños.
Las palabras que los padres profesan sobre sus hijos constituyen para ellos su inspiración para ser, y las reacciones y comportamientos su inspiración para hacer.
Cuando los pensamientos de los
padres se enfocan en las quejas de los docentes, las bajas notas académicas y
los registros negativos en la agenda escolar, sus palabras darán cuenta de aquellos
pensamientos, los proyectarán por medio de expresiones que generarán
frustración, tensión, ansiedad, angustia en los niños, y la consecuencia será
la inhibición de su capacidad, reforzando así un ciclo disfuncional.
Los padres que constantemente
abrazan pensamientos que han sido alimentados por las malas notas en la agenda
del colegio o el bajo rendimiento escolar, pensamientos que se concentran en la dificultad y no en la
oportunidad para transformarse y transformar, envían al conducto de influencia
una información que al ser recibida por los hijos y al ser reforzada a través
de las expresiones verbales y no verbales de sus padres, fortalece un ciclo
disfuncional. Por el contrario, los padres que se abstienen de emitir juicios
sobre sus hijos y optan por abordar la situación de manera reflexiva,
propositiva y proactiva, rompen ciclos disfuncionales y promueven mayor efectividad
y organización en el comportamiento de sus hijos.
La educadora Italiana María
Montessori, señaló que hasta los seis años existe una -Mente absorbente -. En
estos primeros años, sin insinuar que no suceda en los siguientes años, los
niños perciben, asimilan e interiorizan todo aquello que sucede en su entorno,
es importante que los padres reconozcan que actúan, proceden, hablan y piensan
en frente de una mente que todo lo asimila, lo absorbe e interioriza.
Es posible que en la información
que fluye al interior del -conducto de influencia- esté la respuesta a las
preguntas formuladas anteriormente: -¿Por qué mi hijo se comporta así?, ¿por
qué sus reacciones?, ¿por qué su forma de solucionar problemas?...; su
comportamiento puede ser consecuencia del mensaje que ha venido recibiendo.
Considerar el conducto de influencia en el proceso de educación significa ser conscientes del poder existente
en los pensamientos, palabras, reacciones y comportamientos de los padres sobre
sus hijos.
VIVIANA MARÍA ZULUAGA TORRES